La vivienda tiene una superficie construida de 115m2, de los cuales, 100 son útiles. En origen la vivienda estaba muy compartimentada, con multitud de estancias que por suerte tenían ventilación natural. Como muchas otras de su generación, el distribuidor de estas estancias era un pasillo larguísimo que iba desde la entrada de la casa hasta la cocina, situada al final del patio interior.
La distribución original constaba de cuatro dormitorios, un salón con dos balcones a la calle, y un baño y una cocina que se encontraban al final de un larguísimo pasillo en “U” en el que se perdían muchos metros cuadrados.
La decisión que tomamos fue abrir toda la zona de día para aprovechar al máximo la luz, comunicando el estudio a través de un gran ventanal con la zona de estar y la cocina, que ubicamos en la entrada, dejando a su lado un pequeño cuarto cerrado de despensa y lavadero.
Creo que la premisa más importante es que el espacio debía albergar vivienda y estudio, lo que implicaba separar muy bien la zona de día de la zona de noche. De hecho, ambas zonas no están separadas solo físicamente, sino también en cuanto a la elección de materiales. Hay una frontera muy clara entre la zona exterior, en la que recuperamos los suelos hidráulicos originales (que tiene más movimiento y más color) y la zona interior, que es más tranquila, más blanca y con menos ruido.
El único muro de carga de la casa tiene una presencia bastante central en esta zona, por lo que lo utilizamos para albergar una parte de nuestra biblioteca. Nos gusta pensar que nuestros libros escogidos conforman una “spina” (o “muro mágico”, como acabamos llamándolo familiarmente) que establece los recorridos de toda la zona pública. También es en esta parte de la casa donde aparecieron las baldosas hidráulicas. Decidimos conservarlas tal cual estaban, incluso respetando las huellas de los antiguos tabiques para dejar a la vista el plano original de 1940, lo que dota al espacio de una información muy valiosa para nosotros. La cocina, de CUBRO, ubicada en la misma entrada de la vivienda, tiene una isla central y todos los electrodomésticos panelados. Lo que pretendíamos es que se leyera como parte del salón, más que como una cocina, por lo que elegimos unos frentes de madera de roble con el tirador integrado. Ya que la superficie de la casa lo permitía, separamos la zona de lavadero de la cocina planteando una despensa anexa, que alberga también la lavadora, un segundo frigorífico y un armario para nuestros abrigos. El salón y el comedor están en una misma pieza, comunicada con la cocina lo justo para que sigan leyéndose como tres espacios distintos. Al tratarse de la entrada de la casa para mí era esencial que la zona del sofá no estuviera tan expuesta. Tanto el muro de carga como el propio dibujo de los suelos contribuyen a delimitar los usos. El estudio está separado del salón y el comedor por un ventanal de metalistería y vidrio, que permite la visual completa de la crujía de la casa, pero mantiene su privacidad. En la pared medianera decidimos albergar todo el almacenaje necesario para nuestros respectivos trabajos, así como el resto de nuestros libros, que pueden verse desde el resto de la casa. Recuperamos de la vivienda original una puerta de doble hoja que reubicamos para que diese paso a la zona más privada. Ésta se distribuye a lo largo del patio interior e incluye los dormitorios y los baños. El umbral de la puerta da paso también a un cambio de materiales. El suelo es de tarima de roble y todo es más neutro y más blanco, ya que es la zona de descanso. Inicialmente todas las estancias, a excepción de cocina y baño, estaban soladas con parqué en damero, seguramente de los años sesenta. Antes del comienzo de la obra, al retirar un gran armario descubrimos las primeras baldosas hidráulicas y fue inevitable seguir levantando el parqué para ver hasta dónde llegaba el “yacimiento”. Esto marcó definitivamente el proyecto porque supimos que debíamos conservarlas, pero tuvimos que tomar decisiones muy rápidas para adaptarnos al nuevo hallazgo.
Aparte de los ya mencionados suelos, radiadores de fundición y puertas originales, de los muebles que tenía la casa, rescatamos dos espejos antiguos. Uno lo pintamos y colgamos en el baño de Manuela. El otro lo pusimos en la pared de la entrada y refleja toda la crujía de salón, duplicando visualmente los umbrales del muro de carga donde tenemos nuestra biblioteca.
En este proyecto, como en todos los que realizo, conté con grandes artesanos con los que suelo trabajar. En este caso, destacaría el ventanal de metalistería y vidrio, que diseñé ex profeso para nuestro estudio y que fabricó Manuel Granados, un metalista con el que llevo trabajando desde hace muchos años. Me parece que fue un gran acierto comunicar visualmente los tres balcones a fachada con una pieza tan grande y conseguir que resulte tan liviana.
Lo que más destaco de este proyecto es que se trata de una vivienda que funciona muy bien en términos de distribución. Es justo lo que nuestra familia de tres necesita. La zona de la casa que más utilizamos durante el día es luminosa, abierta y está totalmente comunicada, por lo que limitamos los recorridos innecesarios. La zona de noche es silenciosa, y más recóndita, lo que permite un buen descanso.
Proceso
Antes
Información extra
Estudio de arquitectura que lleva a cabo el proyecto: Ana Cubas
Producido por Itziar Llano
Voz: Ana Cubas
Fotografía: Rafael Trapiello
Vídeo: Reallab Studio
Comments